Viaja y valora lo que tienes. Conoce otras culturas, descubre estilos de vida distintos, renueva y enriquece tu mente.
El efecto antiedad que causa un viaje se puede alargar muchos meses antes de realizarlo si lees libros o ves documentales sobre el lugar donde vas a ir. Al tener información previa sobre la cultura, ciudad o museo de destino, las experiencias las vivirás con más intensidad y disfrutarás más de sus costumbres, cocina, u obras de arte.
Viajar para conocer otras culturas y mimetizarte con ellas, en vez de hacer el típico viaje de turismo comercial ideado para el consumismo, será una gran experiencia enriquecedora que beneficiará mucho tu salud. Cuando se hacen este tipo de viajes con mucho interés, mente abierta y empatía, el organismo tiene una reacción química característica de los estados de placer y de felicidad que hace que aumenten las defensas y previene la oxidación del cuerpo. Además la mente se entrena y se mantiene clara, ya que se aprenden cosas nuevas como canciones, palabras en su idioma, y se memorizan olores y sonidos nuevos.
Participar en tradiciones, fiestas, comprar en el mercado del barrio, usar el transporte público, comer en sitios populares propios del lugar, hace que conocer su cultura y desarrollarnos personalmente sea más fácil, ya que se aprende a vivir la vida desde una perspectiva diferente.
Si no conoces a nadie de ese país te puedes apuntar a programas o proyectos donde puedas practicar terapias grupales, aprender oficios como cultivo de jardines ecológicos, o algo tan sencillo como hacer pan artesanal y aprender sus secretos culinarios. Así tendrás la gratificación de haber traído contigo algo más que las fotos.
El propósito de viajar es para conocer otras formas de vida, para nuestro enriquecimiento personal, pero también para que comprendamos al resto del mundo y eliminemos todos los prejuicios, ya que las diferencias son algo bonito. La clave del éxito no es el destino escogido, sino la actitud con la que se viaje.